-No puedo correr tan rápido, estos zapatos me lastiman
-Apresúrate que no llegamos…
Eran Lucí y Santiago, quienes corrían entre veredas de tierra y piedras sueltas para llegar a las vías del tren. Lucía Cornett era una niña de 8 años que siempre le gustaba jugar en el barrio, donde conoció a Santiago Valera, su mejor amigo, quien tenía su misma edad.
Los dos se la pasaban jugando todas las tardes a la pelota, escondidillas y en ocasiones ambos paseaban en sus bicicletas imaginando que podían volar… entre más rápido andaban, más aves se sentían.
-Dale, dale, ¡sácalas!
-Ya voy Santiago, mira que te dije que las guardaras tú. Lucia sacó de su bolsillo dos monedas y se las entregó a Santiago, quien estaba apresurado por ponerlas justo en la vía.
-¡Ahí viene el tren! Apresúrate Santi que viene a todo lo que da.. ¡Puuuu! ¡Puuu! (gritaba emocionada Lucí).
-¡Ya está! Ahí van a quedar bien aplastadas… ahora alejémonos un poco, recuerda Lucí siempre guardar distancia al peligro.
-Si si lo se Santi ¡pero ya quiero que pase! Puuuuuu Puuuu Chucú chucúúúú.
El tren paso a una velocidad que Lucí y Santiago solo sentían el viento que chocaba contra ellos proveniente de la máquina de vapor. Estuvieron observando durante 10 minutos mientras terminaba de pasar.
Lucí corrió a tomar las monedas…
-¡No! No las toques aun, que no ves que por la fricción están calientes, te puedes quemar.
-¡Es que ya me canse de esperar!.
-Deja de ser tan desesperada, aguarda un poco.
Santiago cogió dos ramas que estaban junto a él y movió las monedas hacia la grava mientras soplaba con todas sus fuerzas.
-Tú siempre quieres ser el primero en todo, el primero en llegar, el primero en tomar las cosas, el que siempre gana, quieres ser el primero en toooooooooooodo- Le reclamó a Santiago.
-Porque soy más fuerte.
-Eres fuerte, pero tonto.
-Mira deja de pelearme y ya puedes tomar tu moneda.
Ambos tomaron sus monedas y se sentaron en medio de la vía.
-¿Ahora que se supone que tenemos que hacer? ¿Lo recuerdas? –Le preguntó Lucí
-Sí, ahora tenemos que hacer la promesa con nuestras monedas mágicas.
Lucí y Santiago se pusieron de pie mirándose de frente. Los dos tenían sus monedas en la mano izquierda y en una sola voz repitieron tres veces:
-Yo prometo ser siempre tu mejor amigo
-Yo prometo ser siempre tu mejor amigo
-Yo prometo ser siempre tu mejor amigo
Quedaron en silencio por unos segundos, cuando Lucí no aguanto más la risa y soltó la carcajada.
-¡Que tontadas! Regresemos.
-Tonta eres tú ¡Recuerda guardar la moneda!- Gritó Santiago mientras ella corría alejándose.
Esa fue la última vez que Santiago miró a Lucí, pues a ella la esperaban sus padres para mudarse del país. Es por eso que la había llevado a las vías del tren, esperanzado en el mito de la moneda de la amistad… él no quería perder a su mejor amiga.
Continuará...
Iliana Cobian.
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